jueves, 12 de noviembre de 2009

El barreño amarillo

"Aprendió a bañarse tarde. Era un barreño amarillo de plástico que se llenaba de agua. Y parecía un lugar sucio incluso antes de meterse. Luego, como el agua estaba caliente, como su madre le enjabonaba la nuca y la parte de detrás de las orejas, se olvidaba de aquello.

Pero era un olvido momentáneo.

Siempre que alguien hablaba de darse un baño, de ducharse, de lavarse a fin de cuentas, a él le venían a la cabeza una serie de imágenes de un barreño amarillo con forma de alubia o de bacteria gigante que fue dotado por alguien de fondo. Le venían también imágenes del barreño siendo llenado por su abuela utilizando un trozo de manguera quizá robado a algún vecino. La manguera era el cordón umbilical que le permitía disfrutar de piojos de cuando en cuando. Otra imagen: un cristal roto en la ventana. Y la imagen se une a las demás desde la perspectiva exacta del niño que, desnudo, está siendo enjabonado por su madre, cerca de la ventana.

El abuelo dijo que un cabrón del barrio lo rompió. El abuelo compró el barreño amarillo porque en el espacio en el que debería de estar la bañera sólo había un hueco negro. Y el barreño amarillo era el parche del abuelo para aquél abismo insondable donde debería de existir una bañera.

El agua, a medida que crecía de nivel, adquiría un tono grisáceo, como de vidrio gestándose. Cristal sin hierro y amorfo. La cantidad era indefinida. Él pensaba que allí residía su muerte, la de su madre y la de todos.


A veces se asomaba al hueco negro del baño y miraba hacia abajo. Eran los cimientos de la casa saludándole. Olía a orín reseco y moho, a ganas de vomitar y salir corriendo. Había chispas de luz que entraban en el abismo insondable. Lo abisal.

El día afuera era gris. En la imagen: Niño enjabonado, cristal roto, día gris.

Le invadía la nostalgia de vivir / en el teletexto busca / porque ha olvidado / el nombre de la miss que ganó el segundo premio.

Pero era un olvido momentáneo."


J.L. Pomona

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