martes, 2 de septiembre de 2008

Historia de lo cotidiano, XVI: Brest.

Brest en 1918.

"Una vez estuve en la Bretaña francesa visitando pueblecitos típicos. Pasábamos casas y pueblos y alguna cara nos miraba como si fuésemos vacas. Íbamos dentro del coche pero, a pesar de ello y por un motivo que desconozco, sabían que éramos extraños, extranjeros [un romano de hace 2100 años diría: bárbaros].


La sensación era confusa. Por un lado era inquietante por sentirnos fuera de todo aquello, por sabernos descontextualizados usurpadores de un pedazo de espaciotiempo que no nos correspondía. Habíamos cogido nuestra máquina para viajar en el espaciotiempo -el coche-, y nos habíamos trasladado dejando que las horas pasaran, obligando a que los idiomas fuesen diferentes, a que incluso, tuvieran cabida los dialectos, esas versiones polarizadas de lo mismo visto por ojos cercanos pero no por ello iguales.


Por otro lado, nos sentíamos bien. No es que nos sintiéramos bien como se puede sentir un árbol o bien como cuando Siddharta habló en boca de Hesse para decir que "todo aparece un poco diferente cuando se lo expresa, algo falseado, un tanto necio, sí, y también esto está bien y me complace muchísimo; aun con ello estoy perfectamente de acuerdo, que lo que es tesoro y sabiduría de un hombre suene de un modo tonto en los oídos de los otros".


Lo nuestro era algo más mundano, más como de estar viendo el paisaje callados y observar la mirada de los lugareños apáticos en nuestro avance sostenido. No pensábamos en grandes cosas. Quizá un Vaya, qué nubarrón aquél, o Qué bien que comimos en Brest, o Aquél islote era precioso, o Qué pena que hayamos de morir sin haberlo visto todo, habiendo podido hacer, ser, querer, anhelar, disfrutar, soñar, imaginar, crecer, saltar, follar, reír, pensar, tramar, matar, correr, oler, escribir, componer, viajar, ver, recapacitar, reflexionar, pensar, repensar, destruir, habiendo podido hacer más, en definitiva, de lo que imaginamos que haríamos, de lo que pensamos que haríamos, lo que deseamos hacer, lo que hicimos, al fin y al cabo, con nuestra vidas mientras las disfrutábamos.


Y no hay más sutileza que la mirada triste del recuerdo que se olvida, mientras la mente se niega a cerrar cajones viejos con los que fabricar la novedad de un mañana que es pérdida, desazón comedida y pausada ante el miedo a la Desaparición."



J. L. Pomona.

4 comentarios:

M.Hausmann dijo...

ojala pudieramos trabajar en algo que nos permitiera viajar constantemente y evolucionar.

pasa por mi flog, ¡intento pincharte para ver la pelicula de Schnabel!

toc toc

Mer

Álvaro dijo...

Muchísimas gracias, Dieg... digooo Pomona. No sé qué haré, de momento me voy a apuntar a un taller literario que organizan en la Biblioteca Regional y luego dios dirá.

Tengo muchas palabras e ideas en la cabeza, si no las estampo en blanco y negro se pudrirán.

Martín Garrido dijo...

Lo malo de la gente por normal general es que se estanca en un lugar y empieza a apagarse, se casa, tiene hijos y llega a un punto en el que ya no hay vuelta atrás. ¿Viajar, se preguntan delante del televisor, para qué...? Es un tópico, pero es real y se encuentra en todas partes. Por suerte aun quedamos algunos a los que nos gusta cambiar constantemente, aunque sea para mal...

Martín Garrido dijo...

Diego, a partir de ahora, cada vez que quieras hablar, lo haremos de la siguiente manera para no liarnos: Si tú me escribes, yo te contestaré a través de mi blog. Si es al revés y soy yo el que te escribe a ti, haces lo mismo. De hecho yo ayer te contesté por medio de mi página.

Un saludo.