lunes, 1 de septiembre de 2008

Historia de lo cotidiano, XV: Descripción del beso



"Piensa en esto: Un beso es la circunstancia de todas las cosas hechas, destrozándose.


Cuando se acerca es terrible, magnífico, paradisíaco. Cuando llega, evade, ensalza las partes en volutas tan hermosas que son imposibles de pensar, te convierte en un eco de silencios. Y una vez ha pasado, trauma; no por la sustracción de su momento sino por el hecho aciago de tener que recapacitarlo como único apego al disfrute.


Si me preguntas por la descripción del beso te lo describiré no con palabras sino con ideas, con tragos de saliva pasando por la garganta, con esperanzas de nuevos besos, siempre mejores a otros por imaginarlos distintos.


Te diré que cuando el beso llega es como si todo se fuese ralentizando. Que voy caminando por la calle y de pronto los pasos de los desconocidos se hacen más torpes, las hojas se baten más pesadas hasta la quietud mortal, los coches se detienen, se hace el silencio. Que los brazos abrazan, los míos a los tuyos, y viceversa. Que los ojos no miran, se solapan, se obstruyen en sus recorridos con propósito de final. Y te diré también que la percepción se diluye en el marasmo del absurdo.


Lo claro, lo visual, viene a ser la descripción del hecho. Es entonces el beso en sí, su propia sustancia, cuando se atiene, cuando si se piensa, se forma y se envuelve con palabras. Así, el beso es para mí una especie de tsunami gestándose a lo lejos. De cada una de las calles que nos rodean se atisba una pared de agua, que siempre es negra, y que viene a una velocidad hipersónica contra nosotros. En su avance, este agua negra que va opacándolo todo, se acerca a nuestra equidistancia de labios de un modo radialmente simétrico, sin fisuras ni esquirlas. Entonces, llega un punto de no retorno tal que cuando la ola ya es una muralla china, cuando tu cara y la mía se encuentran rodeadas de nuestros cuerpos, nuestras vidas y una pared redonda e infranqueable nos circunvala como si estuviésemos en el fondo de un pozo insostenible, es entonces, te decía, cuando el mundo explota en una blancura tal que nos quedamos ciegos.


En el transcurso del beso, se mueren los dueños de los labios. Sus sensaciones sólo son el chasquido húmedo del cruzarse, el roce silente del tocar de cabellos, el tacto aterciopelado de un lóbulo de oreja y el abrir levemente un ojo como queriendo demostrarse a uno mismo que el mundo sigue ahí, que la realidad sigue siendo.


Si me preguntas cómo pienso un beso, te describiré el momento. Te hablaré de los antes, de tsunamis y de pozos insostenibles de color negro que saben a saliva de otros. Te hablaré del olor del pelo de mil personas. Lo que no puedo explicar es qué hay más allá cuando las bocas ya se han distanciado y la destrucción predicha hubo acontecido."



J. L. Pomona.

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