viernes, 29 de agosto de 2008

Historia de lo cotidiano, XIV: El advenimiento de la nada


"Había una vez un lugar que parecía otros lugares. En los días en que el sol salía por el norte daba la sensación de querer ser una mujer tumbada porque las sombras del horizonte hacían que la visión fuese esa. Una mujer tumbada con un fabuloso talle y un vientre elevado, como si estuviese embarazada y muerta al mismo tiempo.

En los días en que el cielo estaba nublado, con nubes pomposas de colores planos de 256 bits, el mundo visto desde ése lugar daba la sensación de poder cogerse con tan sólo estirar el brazo. Era como querer y conseguirlo. H. pensó que era tan fácil que alargó el brazo con ánimo de coger un chopo bicolor (tronco marrón claro y hojas verde césped) obteniendo tan sólo una ilusión de realidad frustrada. Cuando vio que no pasaba nada trajo su mano vacía hacía sí y comprobó con extrañeza que estaba manchada de rotulador carioca.

Había atardeceres en los que el agua caía del cielo pero no era lluvia, sino agua cayendo del cielo. Si estabas allí, en ése lugar, no te mojabas. Era como si tocaras hielo seco, ése hielo de anhídrido carbónico tan raro que siempre parece un divertimento científico en lugar de una cosa seria. El agua, cayendo del cielo, era un mar vertical de homogeneidad silenciosa. Era un muro de agua compenetrado en su caída. Los átomos formaban moléculas, las moléculas formaban estructuras que se unían y se desunían como si de un baile de máscaras se tratase y, por encima de la estructura, estaba la forma, la composición de la realidad agua-muro que se verticalizaba y convertía al lugar en un sitio único, irrepetible. Atemporal.

Una mañana, el lugar apareció contrito de nada. Los árboles que allí había, se habían ido sin decir adónde. Los álamos, los pinos, los cipreses, se despidieron sin ni siquiera dejar el rastro de una raíz arrastrándose en la huída. Los céspedes, las vallas, los linderos, los caminos con piedras, los humanos desperdigados y los humanos metidos en sus casas, los humanos que dormían dentro de éstas y los que pasaban la noche en la morada de otros, los niños –humanos de tamaño pequeño–, los burros atados y los que pacían libres, los vientos y la brisa, el olor de las cosas, el sabor de la tierra, el sonido de un gato y el bisbiseo de un ave, todas las onomatopeyas que uno pudiese imaginar, los tactos del tocarse con amor y los roces de la soledad, todo, absolutamente todo, se había ido sin decir adónde.

A decir verdad sólo quedaron dos cosas: el paso del tiempo y el eco de un golpeteo seco y uniforme.

Si bien es comprensible que el paso del tiempo quedase como testigo fatuo de sí mismo, como resonancia de lo que fue y hubo y, a la vez, esperanza de lo que no habrá más, era difícil comprender de dónde salía el golpeteo uniforme. Era un sonido reverberante, una especie de borboteo trágico, que incluía en su interior todos y cada uno de los sentimientos y palabras expresables y no expresables de lo humano y lo inerte.

Mucho tiempo después, cansado el lugar del padecimiento de la nada, del ser vacío pesaroso habiendo probado antes la gloria de mil sensaciones, la alegría de mil formas, dio con la razón última del Misterio…

Hubo una vez un lugar en el que pasaba el tiempo por su través y no pasaba nada, hasta que un día el tiempo se detuvo y el borboteo siguió. Fue entonces, en un suspiro de lucidez, cuando cobró palabra el eco muerto, cuando un sonido hueco se convirtió en un latido."


J. L. Pomona.


Imaginario: Fotograma de Il deserto dei tartari (1976), de Valerio Zurlini, basada en un texto de Dino Buzzati (1940).

5 comentarios:

Diego G. dijo...

Si tienen la oportunidad lean El desierto de los tártaros, de Buzzati. Merece la pena.

M.Hausmann dijo...

ojalá tenga la oportunidad de leer todo aquello que posteas en el blog...incluidos los libros que aconsejas. :)

el texto es alucinante, aunque yo cambiaria el titulo..."la nada"?

nada de eso, jeje.

M.Hausmann dijo...

"cuando un sonido hueco se convirtió en un latido"

¿y ahí es cuando cambió todo?

Álvaro dijo...

¿No sabrá usted de algún sitio para colocar relatos? Alguna revista o algo. Ya sabe cómo va esto: uno escribe por afición/pasión, pero llega un momento en que las ideas se pudren en el disco duro y uno quiere darles salida.

Pensé en mandarlos a concursos de relatos, pero no sé.

En fin, a lo mejor usted sabe algo de estos temas. O Pomona :-)

Álvaro dijo...

(anarcomisántropo)