domingo, 6 de julio de 2008

Los apóstrofes del final del mundo.



A la Muerte, por su hermosa voz mientras charlaba con Luis II de Baviera.




Durante más de mil años hemos fracasado en el oficio del tedio.

Se nos han ocurrido recetas que, algunas de ellas, aplicaron sobre nuestros pechos deformes sin el menor asomo de causalidad hiriente o siquiera de razón consentida:

Cúpulas doradas llenas de porque síes y porque noes.

Las piedras siguen devorando el paso del tiempo por los caminos,

la maleza crece y se precipita sobre los dinteles como yedras regocijadas en su necedad y su carcoma,

las enfermedades mutan y desaparecen y surgen otras nuevas con nuevos nombres, inventados o retocados, para acotar lo inabarcable,

Pero al alzar los ojos hacia arriba la ventana siempre está abierta cuando miramos el hangar de nuestro pasado,

y es en los momentos de tedio -ésos en los que somos pequeños y la muerte nos asusta y nos asombra, haciendo que algunos salten y otros no-, en los que vemos sus caras,

las perspectivas geométricamente dispuestas de sus gestos únicos e irrepetibles,

sus giros de voz particulares, sus rarezas y sus muletillas.

Es entonces cuando vemos que somos parte de lo que ellas son,

que somos la vida que fuimos en ellas, que tenemos sentido por ellas,

que vivimos por y para ellas,

porque nos abrazan y nos besan y nos quieren y nos matan y nos sueltan y nos roban y nos beben a gritos y nos fuman calladas y nos soliviantan y nos hacen crecer la barba y nos disertan y nos miran con odio, con ternura, con futuro y sin él,

y también porque nos rozan las yemas de lo vulgares que somos,

y nos despiojan y nos limpian de lo humano enseñándonos el amor, y nos duelen y nos comulgan y nos execran y nos perdonan, y nos terminan y nos empiezan y nos dan sopa en los días fríos o agua cuando el calor aprieta, y nos abandonan y nos desprecian, y nos admiran, y nos ayudan a ser buenos y malos,

y nos matan haciendo que nuestro tiempo se convierta también en el suyo,

y nos dan sueños y nos quitan planes, y nos dan ideas quitándonos morales, y nos ponen éticas y nos lamen por dentro y nos vencen siempre,

y nos vencen siempre… Incluso cuando pierden,

y nos avasallan con delicadeza en la hecatombe de Su diferencia.

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