domingo, 13 de julio de 2008

Exégesis de la teoría ergódica

Figura 1. Líquenes cantábricos que no son el Pyrenocollema halodytes.


"La otra noche nunca se terminó y la viviremos continuamente a perpetuidad, como un castigo tácito. Mirad qué bien lo pasamos.

A partir de ahora si hablo, hablaré en plural, porque es más acogedor más rotundo más severo...

Los amigos son la necesidad hecha tiempo; la familia, la necesidad amatoria de la compensación y la pena. Qué más hay después de todo. Sabemos que están las farolas, los pies de los desconocidos, que suelen dar asco, la soledad y los líquenes... Pero poco más.

Sólo nos redimen los líquenes, con su bondad inexpresiva y su silencio. Sentir ésa pléyade de seres simbióticos que se unen y viven y mueren sin razón alguna. Leer toda una vastedad de nombres que de bellos son únicos e irrepetibles, casi impronunciables para un humano unicéfalo, correspondencia con la lengua muerta por antonomasia.

A veces decimos multiclavula, u omphalina y nos sentimos mejor. En alguna ocasión he visto a personas volver de la muerte cuando el sacerdote o el chamán o el sabio les susurraba al oído xanthoparmelia o sphaerophorus melanocorpus o stereocaulon.
Luego volvían a morirse, pero antes del deceso les daba tiempo a ver la cara de sus seres queridos durante un segundo escaso y, en una ocasión que yo no vi pero me contaron, una mujer colombiana volvió de la muerte durante casi tres horas tras escuchar la palabra dyctionema, tiempo durante el cual pudo llorar su propia pérdida, despedirse con calma de sus catorce hijos y nietos, besar a su esposo devoto y hacer unos frijoles para que su familia celebrara su defunción quedándoles un buen sabor de boca como último recuerdo suyo.

Hay un líquen que provoca una especie de muerte y redención. Jamás nadie me lo ha pronunciado al oído, pero sería agradable encontrar la pronunciación adecuada para estas palabras...

Pyrenocollema halodytes."


J. L. Pomona

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