"Nos movemos juntos incluso en los momentos en los que ni siquiera nos pensamos. A veces incluso nos movemos juntos en esos instantes en que tú me imaginas sentado en una silla escribiendo fórmulas matemáticas bastante incomprensibles cuando en realidad estoy tomando un café junto a la máquina del sótano, mientras charlo con un compañero sobre el desmesurado tamaño de las tetas de una desconocida que pasaba por ahí. En el incluso que acabo de abrir, a veces soy yo el que se confunde al imaginarte sentada en una oficina sin luz natural, con una pantalla plana de color negro, haciendo una llamada de teléfono a Barcelona o a Ohio, y gritándole medio en serio medio en broma a tu compañera de al lado que qué hará el viernes o que qué tal Mike.
Pienso en regalarte detalles de la realidad de mis puntos de vista. En expresarte con no demasiadas palabras cómo me agrada la explosividad de una carga de caballería si suena a Tchaikovsky invadiendo Rusia. O cómo me conmueve una canción triste y eufórica de camino a mi rutinaria tarde, cuando empieza la música y transito mi calle recorriéndola entera cuesta abajo mientras me miro en el reflejo del cristal de los escaparates y los portales, y me ordeno los pelos del flequillo para parecer más guapo, para verme mejor. Sin escapar de lo sonoro, puedo regalarte una descripción de cómo suena éste momento, de lo hermoso del título de la canción (vague, e la nave va)[i], que es música instrumental de guitarra española tocada por un tipo que de español tiene un pasado común de taifas y reconquistas, pues se llama Anouar Brahem.
No sé muy bien por qué me salen estas cosas que digo ahora. Quise empezar la cháchara con una grandilocuencia de sinrazón y moscas. Quise sumarme al elogio de la mosca, a la espiral perpetua de una especie de movimiento browniano imposible de explicar. Quise, en el extremo máximo, empezar hablando con términos sencillos sobre algo que no lo es. Coger la vida y ponerla rodeada de suciedad y paso de tiempo, para que el lector viera sin yo introducir mi juicio (y ahí vendría la trampa), la maleza creciente y la degradación. Quise hablar de la mosca y de teorías matemáticas bellas, y de trozos de papel arrancados de blocs en los que hay textos que hablasen de esperanza
[Comienzo los días en las ventanas como si al hacerlo dijera que veo algo, quizá el mundo, pasar a mi través.
Comienzo los días, y éste también, con el tamiz de lo cotidiano de mis tiempos todos, con el filtro de mis veinticinco años pero también con la inocencia de haber tenido cuatro.
Miro el mundo con la razón del niño vivido y ahora imaginado, con la pasión del anciano que quizá algún día seré y que acepta la muerte con resignación y pena.
En esta especie de ser uno y ser todos, lo insostenible es cercano. No por grandilocuente, sino porque en una cabeza es difícil contener tanto, conservar todos y cada uno de los instantes que fui mientras iba siendo.
Tengo la pena de morir más grande que puedas imaginar querida Lena, porque sé con toda la certeza de la ciencia cierta que no me espera nada en la vuelta de tuerca. Y lo creo. Y lo siento.
A pesar de todo, no veo esto como algo desolador en el sentido presente del dejarse llevar al envión del pesimismo, de la espiral postrera de la derrota, sino que ello me inspira y me inquieta para conseguir un extremo máximo de todo, para sublimar el genio que seguro y confío, es innato al ser humano cuando éste mira al cielo, al horizonte o a la cara de un ser querido y, a pesar de saber rotundamente que morirá, se empeña en seguir viviendo.
Es, por esa lucha inherente de lo vivo, por lo que clamo ante mí, pues no siento que haya nada más allá, ni de mí ni de cualquier otro, para conseguir que mi lucha ante la Nada sea una pequeña batalla ganada en el transcurso de una guerra perdida de antemano ante el vacío y la entropía.]
…y quise hablar de ti en términos cotidianos. Quise decirte que el plasmar de tus implosiones me inquieta y me agrada en partes simétricamente iguales, que me gustan tus introyecciones y el uso que haces del término, en su propiedad, o contarte el secreto de la mirada terrible de Ivan Groznyy, que es una frase asoslayada por el miedo como Boyarsky zagovor.
Quise muchas cosas al empezar a redactar esta insurrección cipaya de la mosca, pero aún no me siento capaz de dejar de mirarte a los ojos y eso, me impide expresarte en los términos precisos lo propicio que habrías de ser, lo hermoso de tus vidas."
Extraído de la revista Os lusíadas, septiembre 2008, por J. L. Pomona.
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